Juanita y Pepe estaban por comprometerse en matrimonio. Pero antes de aceptar, ella pensó que sería prudente confesarle que, debido a una
enfermedad infantil, sus senos no se habían desarrollado normalmente y, debido a eso, se le habían quedado de un tamaño equivalente a los de una niña de doce años.
Al enterarse de su secreto, Pepe le aseguró que no tenía de que preocuparse, que el amor que sentía por ella estaba por encima de esa contrariedad. Y ya que estaban en eso de las confesiones, pensó que también sería propicio contarle un secreto que escondía por muchos
años.
La miro a los ojos y le dijo:
"Mi amor, tengo que decirte que tengo el pene del tamaño de un recién nacido. Espero que esto no sea problema".
Ella le contestó que el tamaño de su pene no sería ningún problema,
porque lo amaba tanto que buscaría la manera de solucionar ese
'pequeño' problema.
Se casaron, y al llegar al hotel donde pasarían su luna de miel,
inmediatamente comenzaron con los manoseos y caricias. En eso, al introducir Juanita su mano en los calzoncillos de Pepe, soltó un grito ensordecedor y salió corriendo de la habitación.
Alcanzándola, Pepe, asombrado, le preguntó qué era lo que le había pasado. Todavía agitada, la chica le contestó:
"¡Me mentiste, me dijiste que tenías el pene del tamaño de un recién nacido!" "Es verdad, cariño, lo tengo del tamaño de un recién nacido:
pesa tres kilogramos y mide 48 centímetros de largo".
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